Cuna de “oro”
Nacer, es un proceso aleatorio,
mas allá de la decisión de dos personas que se aman y buscan prolongar su
felicidad en hijos, pero donde nacer, es mucho más aleatorio y marcara en
muchos seres toda su vida. Que alguien, por tradiciones arcaicas, sea
denominado “Rey” o “Reina” es tan solo circunstancial a un polvo echado con
anterioridad, y hasta casualmente por algún protocolo o mandato social.
Ese embrión de sangre azul, con
un linaje inentendible para alguien que nació en una calle de tierra y que
formara parte de una sociedad plebeya, estará condenado desde su nacimiento a
cumplir el “rol” que durante siglos transeúntes ocasionales de la vida, le
otorgaron.
Una monarquía, no es más, que una
familia con “Títulos”, títulos que fueron obtenidos con baño de sangre en la
antigüedad y que en siglo XXI, siguen existiendo tan solo como parte
estructural de una sociedad que prioriza al individuo por sobre las masas, y
hasta en los juegos, son vistos como lo primordial a sostener…Defender el “Rey”
forma parte de antiquísimos tratados sobre el juego de ajedrez y sus peones,
encargados de “morir” en el damero sintiendo orgullo de pelear por su
“Reinado”.
Por supuesto, que las
tradiciones, deben ser respetadas, pero desde ese respeto, cuestionarlas también
debe formar parte de la dinámica social, y no debemos olvidar nunca, que la
cuna donde reside ese ser de abolengo, “bañada” en oro solo contiene una vida,
igual que aquella cuna forrada de alfalfa de algún ser nacido en otras
latitudes.
Todas las personas son iguales…
Falacia construida y aceptada,
porque la “vida” de alguien nacido azarosamente en un palacio, jamás será igual
a la de millones de niños que nacen en hospitales públicos del conurbano
bonaerense, o en el seno de una tribu de Angola. Al menos, sostener el discurso
de “igualdad” desde la hipocresía, forma parte de las “Monarquías” sociales,
donde plebeyos con aspiraciones de “Reyes” son movidos en el tablero de la vida
como simples peones sacrificables por su Rey.
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